Durante mis años como copy, en ocasiones he advertido que a muchos de mis compañeros de trabajo les sorprendía ver que no soy de los que está constantemente tecleando. Por el contrario, y tal vez porque siempre he tenido una gran conexión con mi caligrafía, paso más tiempo investigando, tomando notas y aprendiendo, que el propio acto de teclear. Si el principio de Pareto parece guiar tantos comportamientos en muchos ámbitos del mundo, en mi caso perfectamente aplica a mi praxis profesional: para cualquier texto dedico un 80% de mi tiempo investigando, y un 20% tecleando y plasmando el texto final.

    En una cultura empresarial donde el calientasillismo rige muchas empresas (aunque con el teletrabajo esto pueda estar cambiando… o acentuándose, aún está por ver), podría parecer que si un copy no teclea, no está haciendo su trabajo. En todas mis entrevistas digo que yo no soy una ametralladora que dispara palabras a bocajarro, a ver cuál da en la diana. Yo, más bien, soy de usar un revólver de seis balas, que apunto cuidadosamente al blanco antes de disparar. Ambos métodos pueden llevar al éxito, a encontrar el copy perfecto, pero a mí, sinceramente, me funciona más no derrochar opciones de textos que no van a llegar a ninguna parte.

    Tal vez por eso los brainstormings se me dan mal. Se dice que lo importante de estas tormentas de ideas es «decir cualquier cosa, porque nunca se sabe qué puede inspirar a la gran idea». Tal vez esto funcionase hace décadas, cuando la publicidad (¿o la sociedad?) no tenía tantos límites como ahora. Hoy, esas sesiones me parecen una pérdida de tiempo, la verdad. Están los que les encanta oírse a sí mismos y los que solo desean que acabe cuanto antes. Yo no soy de los que bombardean esas reuniones con ideas que no sirven. Ni me gusta hacer perder el tiempo a los demás, ni me parece que vomitar una idea en frío, sin fundamentar, sobre una mesa sirva de algo.

    En cambio, a mí me sirve estar en mi puesto, leer, investigar, deambular por datos que parecería que no tienen relación con lo que te han pedido, recopilarlo, apuntarlo, subrayarlo… hasta que de pronto anotas un titular que podría funcionar. Esa es una de las seis balas que pones cuidadosamente en el tambor de tu revólver.

    ¡Compártelo!

    Publicaciones Similares

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *