En noviembre de 2009, Movistar presentó oficialmente al mundo lo que supuso uno de los procesos de rediseño de imagen o rebranding más ambiciosos de la reciente historia del marketing. La implementación llevaría varios meses en España, con plazos aún más dilatados en el caso de Latinoamérica, prolongándose hasta incluso 2011.
El cambio de imagen presentaba la ya icónica «m» más estilizada que la anterior (y que, recientemente, ha vuelto a ser rediseñada por una variante plana). Fue un proceso que pude vivir de primera mano, ya que por aquel entonces me encontraba trabajando en la división editorial de Young&Rubicam, llamada por aquel entonces Adstore, una de las agencias de shopper marketing líderes de España.
Mi aportación en aquella época fue determinante, porque la división editorial era responsable de piezas con grandes cantidades de texto. Yo mismo decía a mi gente que «Todo lo que lleve grapas de Movistar, lo he escrito yo». Los Guardianes de Marca de Movistar, que centralizaban la coherencia de los mensajes y la correcta aplicación del diseño de todas las piezas web, audiovisuales e impresas, tuvieron muchísimo trabajo por supervisar, no solo aquellas de las que éramos responsables nosotros, sino todo aquel que trabajaba para Movistar, que no eran pocos.
En esa época, en nuestro equipo, creamos nuevas piezas (de las cuales yo fui el copy) como por ejemplo:
Como anécdota, durante mi viaje de mochilero por Latinoamérica en 2011, fui testigo de la implementación de este rediseño de marca en la región LATAM, llegando incluso a examinar material generado en muchos países y compararlo con lo que hasta hacía poco había sido mi trabajo. Deformación profesional, lo llaman.